me crié en una casa grande rodeada por un inmenso muro
una escalera impresionante conducía a la puerta de entrada
enmarcada por dos grandes columnas
desde ahí yo podía ver el inmenso jardín y la piscina
—para las personas del exterior, yo estaba en un paraíso—
no sabía lo que sucedía ahí afuera
no me permitían salir de ese mundo amurallado
excepto cuando visitaba a mis abuelos, la isla en el verano
o para ir a la escuela —yo tendría unos siete u ocho años—
cuando un chico de mi clase llegó al gran portón
llamó a nuestra casa para jugar conmigo
fui hasta la reja y le abrí —pero tuve que decirle que se fuera—
fascinada por la vida tras los muros
me sentía triste y solitaria por dentro
no lograba entender nada
mi sufrimiento y mi dolor eran apartados de mí
lo tienes todo —una piscina— padres ricos
vives en una casa grande y hermosa con un jardín precioso
¿cómo te atreves a quejarte?
¿cuál es tu problema?
yo no sentía que lo tenía todo —en muy pocas ocasiones—
pasaba tiempo con mis padres
vivía lejos de ellos
en el tercer piso
en un mundo distinto al suyo
en donde las niñeras me cuidaban
© Bárbara Rogers
Traducido por Adriana Miniño
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gritos de la infancia
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